Durante meses viví con un dolor agudo que se irradiaba por mi pierna izquierda. Una hernia lumbar estaba presionando un nervio y, aunque me operé, el dolor regresó, junto con la recomendación de otra cirugía más. Ese fue mi punto de quiebre —y también mi momento de avance.
Normalmente los médicos señalan la edad o el estilo de vida como la causa, pero en mi caso me dijeron que no era así. Así que decidí dejar de tratar solo el síntoma y, en su lugar, preguntarme: ¿por qué mi cuerpo estaba creando este dolor?
A través de la hipnoterapia, descubrí algo sorprendente. Mi mente subconsciente había generado esta condición para llamar la atención mucho antes de que yo siquiera supiera que la tenía, y la había mantenido durante años, creyendo que yo era un niño que necesitaba cuidado. No se había dado cuenta de que ya había crecido, pero cuando se lo mostré, mis síntomas cambiaron de la noche a la mañana.
Ese momento cambió mi comprensión tanto de la enfermedad como de la sanación, y me llevó a explorar más a fondo la conexión entre la teoría cuántica, la terapia y la espiritualidad.
Más allá del “pensamiento positivo”
Cuando la gente escucha la expresión “sanación cuántica”, a menudo imagina que con solo pensar positivamente se puede “colapsar la realidad” en un estado curado.
Eso es un malentendido. La sanación no consiste en forzar al cuerpo a estar bien mediante pensamientos deseosos.
Lo que sí es cierto —y está respaldado por la psiconeuroinmunología, la investigación sobre placebo y la ciencia del trauma (ver algunas fuentes al final)— es que nuestros pensamientos, creencias y emociones influyen profundamente en nuestro sistema nervioso, hormonas, función inmunitaria y bienestar general.
Esto es lo que sugiere la teoría cuántica: en el nivel más diminuto de la realidad, las partículas no existen en un estado fijo, sino en un abanico de posibilidades, y el acto de interactuar u observar influye en qué estado se hace real.
De manera similar, nuestro mundo interno —las creencias y los estados emocionales que habitualmente ‘observamos’ dentro de nosotros— influye en hacia qué posibilidades se orientan el cuerpo y la mente.
En otras palabras: el mundo interno influye en la realidad externa del cuerpo.